gfrandes y muy brillantes, mas cuyo movimiento es poco aparente; las dos indican el polo Antartico. Aunque la aguja imantada declinase un poco del verdadero Nor- te, sin embargo buscaba siempre el polo Ártico, pero no giraba con tanta fuerza como cuando está hacia su propio polo. Cuando estuvimos en alta mar, el capitán general indicó a todos los pilotos el punto adonde debían ir, y les preguntó qué ruta puntuaban (1) en sus cartas. Todos respondieron que puntuaban según las órdenes que les había dado; replicó que puntuaban falsamente, y que era preciso ayudar a la aguja, porque, encontrándose en el Sur, para buscar el verdadero Norte no tenía tanta fuerza como cuando estaba diri- gida hacia el Norte mismo. — Constelación de la Cruz: Estando en alta mar descubrimos al Oeste cinco estre- llas muy brillantes, colocadas exactamente en forma de cruz (2).
Navegamos entre el Oeste y el Noroeste cuarto Noroeste hasta que llegamos bajo la línea equinoc- cial a 122° de longitud de la linea de demarcación (3). Esta línea de división está a 30° al oeste del meridia-
(1) Puntuar, esto es, utilizar la punta de un compás para en- contrar el aire del viento que ha de soplar para llegar al lug-ar don- de se quiere ir, siendo conocido el Norte por la brújula. Ayudar a la aguja es añadir o quitar grados en su dirección para hallar la verdadera línea meridiana, por medio de procedimientos de que hablaremos en el Tratado de Navegación al fin de este Viaje.
(2) Dante (Purgat., lib. I) habla de esta cruz en los versos si- guientes:
«r mi volsi a man destra, e posi mente air altro polo, e vidi quattro stelle non viste mai fuorché alia prima gente. Goder pareva il ciel di lor fíammelle Oh! septentrional vedovo sito, poiché privato sei di mirar puelle!»
(3) Línea ideal que, partiendo el Globo en dos hemisferios, separaba las conquistas de los portugueses de las hechas por los españoles, según la bula del papa Alejandro VI. (Veáse la Intro- ducción, párrafo V.)