Septiembre de 1520. — Tempestad. — Toda la escuadra estuvo a punto de naufragar a causa de los furiosos vientos que soplaron y de la mar gruesa. Pero Dios y los cuerpos santos (esto es, los fuegos que res- plandecían en la punta de los mástiles) nos socorrieron, salvándonos.
21 de octubre de 1520. — Pasamos allí dos me- ses para repostar a los navios de agua y de leña; nos aprovisionamos también de peces muy cubiertos de escamas y de dos pies y medio de largo, comestibles y sabrosos; pero no pudimos pescar la cantidad que hubiéramos necesitado (1). Antes de abandonar este lugar, el capitán ordenó que todos y cada uno confe- sásemos y comulgásemos como buenos cristianos.
Cabo de las Once mil Vírgenes. — Estrecho. — Con- tinuando nuestra ruta hacia el Sur, el 21 de octubre, hacia los 52° de latitud meridional, descubrimos un estrecho que llamamos de las Once mil Vírgenes, por- que fué en el día que la Iglesia les consagra. Este es- trecho, como pudimos apreciar en seguida, tiene cua- trocientas cuarenta millas de largo, o sean ciento diez leguas marítimas de cuatro millas cada una, y media legua de ancho, poco más o menos, y desemboca en otro mar, al que llamamos mar Pacífico. Está el estre- cho rodeado de montañas muy elevadas y cubiertas de nieve; es muy profundo, hasta el punto de que, aun estando bastante cerca de tierra, no encontraba el an- cla fondo en veinticinco o treinta brazas.
Mapa del estrecho por Martín de Bohemia. — Toda
(1) Es cierto que mientras la escuadra estaba en este río, el 11 de octubre hubo un eclipse de Sol, del que hablan todos los que han escrito acerca de la historia de esta naveg-ación, y que está anotado en las tablas astronómicas. Asimismo pretenden que Ma- gallanes se aprovechó de este eclipse para determinar la longitud. Mas Pigafetta no dice nada, ni debía decirlo, porque este eclipse, visible para nosotros, no pudo serlo en el extremo meridional de América.