residencia fijo, estableciéndose, como los bohemios, tan pronto en un sitio como en otro. Se mantienen ordinariamente de carne cruda y de una raíz dulce que llaman capac. Son muy glotones; los dos que cog^imos se comían cada uno un cesto de bizcocho por día, y se bebían medio cubo de ag-ua de un trago; devoraban las ratas crudas sin desollarlas. Nuestro capitán llamó a este pueblo patagones. Pasamos en este puerto, al que llamamos de San Julián, cinco meses, durante los cua- les no nos sucedió ningún accidente, salvo los que aca- bo de mencionar.
Complot contra Magallanes. — Apenas anclamos en este puerto, cuando los capitanes de los otros cuatro navios tramaron un complot para asesinar al capitán general. Los traidores eran Juan de Cartagena, vee- dor (1) de la escuadra; Luis de Mendoza, tesorero; An- tonio Coca, contador, y Gaspar de Quesada. El com- plot fué descubierto: el primero fué descuartizado, y el segundo, apuñalado. Se perdonó a Gaspar de Que- sada, que algunos días después meditó una nueva trai- ción. Entonces, el capitán general, que no se atrevió a quitarle la vida porque había sido nombrado capitán por el mismo emperador, le expulsó de la escuadra y le abandonó en la tierra de los patagones, con un sacer- dote (2), su cómplice (3).
Naufragio de un navio. — Nos sucedió en este sitio
(1) Vehador o veador, en antiguo portugués, significaba el administrador de un conjunto de hombres; en español se le llama veedor, de la palabra veer, que significa ver o inspeccionar. Algu- nos escritores han pretendido demostrar que Juan de Cartagena era obispo; pero Pigafetta no hubiera olvidado el mencionar esta circunstancia, y Magallanes no le hubiera castigado tan cruelmen- te si hubiese ostentado esta dignidad.
(2) Este clérigo era Sánchez Reina.
(3) Cuando Gómez, mandando el navio San Antonio, después de haber abandonado a Magallanes en el estrecho, pasó de nuevo por el puerto de San Julián, recogió a los dos a bordo y los llevó otra vez a España.