I | PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO | 55 |
te, que no tenía la menor noción de este utensilio, y que, sin duda, veía por primera vez su fígfura, retroce- dió tan asustado que derribó a cuatro de nuestros hom- bres que le rodeaban. Se le regalaron cascabeles, un espejito, un peine y algunas cuentas de vidrio; en se- guida, y acompañado por cuatro hombres bien arma- dos, se le volvió a poner en tierra.
Ceremonias. — Su camarada, que había rehusado subir a bordo, viéndole volver, corrió a avisar y a lla- mar a los otros, quienes, al apercibir que nuestros hom- bres armados se aproximaban, se pusieron en fila, sin armas y casi desnudos; pronto comenzaron su danza y su cántico, levantando el dedo índice hacia el cielo, para darnos a entender que nos consideraban como a seres descendidos de lo alto; nos enseñaron también unos polvos blancos en pucheros de arcilla, no tenien- do otra cosa que darnos de comer. Los nuestros les invitaron por señas a que pasasen a los navios, y ofre- cieron ayudarles a transportar lo que quisieran llevar consigo. Vinieron, en efecto; mas los hombres, que no tenían más que su arco y sus flechas, habían cargado todo sobre sus mujeres, como si fuesen acémilas (1).
Las mujeres. — Las mujeres no son tan grandes como los hombres, pero, en compensación, son más gordas. Sus tetas, colgantes, tienen más de un pie de longitud. Van pintadas y vestidas del mismo modo que sus ma- ridos, pero se tapan sus partes naturales con una piel delgada. Nos parecieron bastante feas; sin embargo, sus maridos mostraban estar muy celosos.
Cacería. — Trajeron cuatro animales de los que he mencionado, atados con una especie de cabestro; mas eran pequeños y de los que utilizan para atrapar a los grandes, para lo cual atan a los pequeños a un arbusto;
(1) Es observación general de todos los países y tiempos que cuanto menos civilizados son los hombres, tanto más maltratadas son las mujeres.