I | PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO | 53 |
hermosa talla, su cara era ancha y teñida de rojo, ex- cepto los ojos, rodeados con un círculo amarillo, y dos trazos en forma de corazón en las mejillas. Sus cabellos, escasos, parecían blanqueados con algún polvo. — Su traje: Su vestido, o, mejor dicho, su manto, estaba he-
él, es un país nuevo surgido de las aguas, donde la Naturaleza está degradada, no queriendo admitir la existencia de gigantes patago- nes, cosa que argumentaría contra su sistema, dice que Pigafetta no vio bien a estos hombres y que aumentó mucho su verdadero tamaño natural, para tener maravillas que contar. Pero Paw no me- rece ciertamente tanta fe como Pigafetta, que ha sido un testigo ocular siempre fiel y seguro cuando se refiere a lo que él mismo vio. Halló que los brasileños eran de la forma y estatura ordinaria del hombre, y dijo: Sonó disposti homini e femine come noi. Así, cuando asegura que los patagones eran gigantes, hay motivo para creer que le parecieron de una estatura gigantesca. No se puede suponer razonablemente que se equivocara, puesto que vivió mu- cho tiempo con ellos, confrontó sus dimensiones con las suyas pro- pias, habló frecuentemente con ellos, aprendió muchas palabras de su lengua, y le sorprendieron su voz, su peso, su fuerza y la enor- me cantidad de comida y bebida que necesitaban; de manera que todo estaba proporcionado a su tamaño. He aquí las palabras exac- tas de nuestro viajero: Vene uno de la statura casi como uno gi- gante nella nave capitanía... Haveva una voce simile a uno toro... Fugendo facevano tanto gran passo, che noi saltando non poteva- no avanzare li suoi passi... Vene uno homo de statura de gigante... Questo era tanto grande che li davamo alia cintura e hen disposto, haveva la faza grande et dipinta... Certamente questi giganti core- no piu che cavalli... Ognuno de li due che pigliassemo mangiava una sporta de bescoto, et heveva in una fiata mezo sechio de hac- qua et mangiava li sorgi senza scorticarli. Podría, sin embargo, permitirse a Paw tener dudas sobre las aserciones de nuestro autor, si no hubieran sido confirmadas por otros viajeros. El célebre pre- sidente De Brosses {Navig. aux Terres Austr., tomo II, pág. 324) ha recogido todos los testimonios de los que han visto a los pata- gones y que han hablado de ellos como de hombres de un tamaño extraordinario. Los navegantes que estuvieron allí después de apa- recer su obra, tales como Biron, Wallis, Carteret, Cook y Forster, han confirmado todos esta opinión, después de haber examinado bien a esta raza monstruosa, sobre la existencia de la cual había mu- chas dudas. Es cierto que Winter y Narbourough, y últimamente Bougainville, han dicho que los patagones no tienen más de seis pies y medio de altura; pero ¿debe preferise su aserción negativa a tan-