bres, y en otro se ve el árbol que produce el clavo de especia. Para que el lector pueda formarse una idea de estos mapas, reproduzco cuatro, dibujados e ilumi- nados fielmente seg^ún los originales. El primero repre- senta la América meridional; el segundo, las islas de los Ladrones, junto a las cuales está la piragua que antes he mencionado; el tercero, la isla de Zubu, con casas, y la de Matam, donde pereció Magallanes; el cuarto, las islas Molucas, con una parte de Gilolo y un árbol de clavo de especia. El primero y el último están redu- cidos casi a la mitad de su tamaño; los otros, cerca de una tercera parte. Por estos mapas, así como por los otros, que he creído inútil hacer copiar, se ve que todo está falto de exactitud; pero también se ve que el autor ha puesto los objetos tal como los ha visto o como le han sido descritos. Esto nos revela por qué en sus ma- pas el Norte está abajo y el Sur arriba, de manera que sería necesario darles la vuelta para ver los lugares en la posición que los geógrafos les dan comúnmente (1). § XXIX. Para dar una idea del modo que el caba- llero Pigafetta dibujó sus mapas, y para hacer inteligi- ble toda la obra, he añadido dos mapas y una vista del estrecho de Magallanes, tal como los han dado los mo- dernos, con el fin de poder compararlos con el dibujo que hizo el autor. El primer mapa, que va al fin de esta obra, es un planisferio terrestre en el que está indicado
(1) Otros geógrafos antiguos, y particularmente Ramusio y Urbano Monti, han puesto en la misma posición en sus cartas a los lugares de que hablan. El último, al que citaré con frecuencia, era un gentilhombre milanés que en 1590 dibujó e hizo grabar un gran mapa geográfico que comprendía toda la tierra conocida de su tiempo. Está compuesto de sesenta y cuatro hojas que, for- mando cuatro elipsoides, parecen destinadas a cubrir un globo. A cada hoja añadió el autor una descripción muy extensa de la historia política, religiosa, civil y natural del país representado. Toda la obra estaba preparada para imprimirse; pero, sin embar- go, no se publicaron mas que las planchas. Este manuscrito se encuentra en nuestra biblioteca, y Sassi habla de él.