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saba; hubiese dado mil vidas por estar solamente un cuarto de hora en París. Comprendí que habiéndome clareado tanto no sería fácil que me permitieran salir de la habitación. Con la vista medi la altura de las ventanas. No viendo posibilidad ninguna de escapar por aquel lado, dirigíme con dulzura a los dos criados. Mediante mil juramentos, me comprometí a hacer su fortuna algún día si consentían en mi evasión. Insistí, los acaricié, los amenacé, pero inútilmente. Entonces, perdida toda esperanza, resolví morir, y me eché sobre 13 cama con el propósito de no abandonarla vivo. Pasé la noche y el día siguiente en esta situación. Me negué a probar el alimento que me sirvieron por la mañana.

Mi padre fué a verme a medio día. Fué tan bondadoso, cue halagó mis penas con sus dulces consuelos. Me ordenó tan severamente que comiera algo, que lo hice por respeto a sus órdenes. Transcurrieron algunos días, durante los cuales no tomé nada sino en presencia suya y por obedecerle. Et continuaba haciéndome razonamientos que pudieran volverme al buen camino e inspirarme desprecio hacia la infiel Manon. Cierto que ya no la quería; ¿cómo podría querer a la más voluble y pérfida de las criaturas? Pero su imagen, los rasgos deliciosos, que yo llevaba grabados en el fondo de mi alma, subsistían aún. Me sentía bien. "Puedo morir decía—; debería hacerlo después de tanta vergüenza y de tanto dolor; pero sufriría mil muertes sin poder olvidar a la ingrata Manon." May