La gracia y el vivo reconocimiento con que el joven desconocido agradeció mis servicios, acabaron de convencerme de que no era un cualquiera y que merecía mi liberalidad. Antes de marcharme dirigí algunas palabras a su amante.
Ella me respondió con una modestia tan dulce y tan encantadora, que no pude menos de salir haciéndome mil reflexiones sobre el carácter incomprensible de las mujeres.
Vuelto a mi soledad, no tuve noticia de la continuación de esta aventura. Transcurrieron cerca de dos años, durante los cuales olvidéla por completo, hasta que la casualidad me dió ocasión de conocer a fondo todas las circunstancias de ella.
Llegaba a Calais, desde Londres, con mi diseípulo el marqués de . Nos alejamos, si mal no recuerdo, en el Lion d'Or, en donde, por varias razones, tuvimos que pasar el día entero y la noche siguiente. Paseando por las calles aquella tarde, cref ver al mismo joven que encontrara en Passy. Iba muy mal trajeado, y estaba mucho más pálido que la primera vez que le vi. Llevaba en la mano un viejo portamantas; pues acababa de llegar a la ciudad. Sin embargo, como era demasiado guapo para no ser reconocido fácilmente, en seguida le recordé, y dije al marqués:
—Tenemos que abordar a este joven.
Su alegría fué de lo más expresiva, cuando, a su vez, me reconoció:..
—¡Ah, señor!—exclamó, besándome la mano.
Sally