La faz torva del mundo no te aterra:
La virtud hace al corazon valiente,
Y tú tienes la fuerza suficiente
Que las virtudes dan.
En tu horfandad y tu pobreza dices:—
—¡Mientras la mano de mi Dios me asista,
Yo ganaré la tela que me vista,
Yo ganaré mi pan!
¡Oh! bendice á ese Dios, pobre María,
Que dirije tu noble pensamiento:
El es quien tan honrado sentimiento
Pone en tu corazon,
Desde el sólio de nubes en que sienta
Ese Dios mismo su eternal grandeza,
Hará, niña, que baje á tu cabeza.
Su gracia y bendicion.
¿De qué sirve esa inquieta mariposa
Que al sol ostenta sus variadas galas
Y que el polvo dorado de sus alas
Coqueta hace brillar?
Sé tú en el mundo, mi querida amiga,
No esa inútil, pintada mariposa,
Sinó la abeja noble y laboriosa
Que sabe trabajar.
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