Página:Poesías de don Mariano Melgar (1878).pdf/143

Esta página ha sido corregida
137

Perecerán los arcos, y apagadas
Sus teas quedarán sin precio alguno.
Cuanto al plátano alegran los arroyos,
Cuanto el álamo vive por el agua,
Y cuanto el cieno á la palustre caña,
Tanto á Venus agrada la pereza.
Trabaja siempre, si olvidar tú tratas,
Que el amor cede el puesto á los negocios.
El tiempo que en beber todo se pasa,
El juego y el dormir á pierna suelta,
Aún al alma que esté ménos dañada
Quitan las fuerzas, y Cupido artero
Se cuela sin sentir á las entrañas:
El niño ciego busca la desidia,
Y tiene odio jurado al que trabaja.
Toma una ocupacion, entra en el foro,
Hay leyes, hay clientes, cuyas causas
Penden de ti debieras emplearte
En ganar honra, no en conquistar gracias.
Entra al campo de Marte, que eres jóven,
Y los placeres volverán la espalda:
Ahora es tiempo: el ambulante Parto
Ve las tropas del César en su casa,
Y presenta ocasion á muchos triunfos:
Vence á un tiempo las flechas de su aljaba,
Y las del cruel Cupido, y dos trofeos
Juntos trae á los Dioses de la patria.
Al pronto, que por Diómedes fué herida
La Diosa del placer en su batalla,
Á Marte solo abandonó las guerras,
Y no quiso entrar más en las campañas.
Sabes por qué en adúltero dió Egisto?