por esa hija que no es su hija.
Mas sus bellezas de renunciada
jamás del crudo dolor la eximen...
¡sin haber sido, siquiera, amada
se siente madre de los que gimen!
Madre haraposa, madre desnuda,
manto de amores de barrio bajo:
¡es una amarga protesta muda
esa devota de San Andrajo,
que conociese sólo los besos
de rudos fríos en los portales,
como descanso para sus huesos
solo le dieron los hospitales!
Girón humano que siempre flota
sobre sus ansias indefinibles,
bondad enferma que no se agota
ni en las miserias irredimibles
que la torturan, sin un olvido
para sus lacras, para su suerte:
con la certeza de haber vivido
como un despojo para la muerte!
Por eso, a veces, tiene amarguras,
tiene amarguras de derrotada,
que se traducen en frases duras
y dan en llanto de resignada;
pues nunca supo la miserable,
de amor alguno, grande o pequeño,
que la alentara, no le fué dable
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Evaristo Carriego.