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Poemas Póstumos.

«— ¡Siga
la abuela, siga, no se duerma!»
  «-¡Bueno!...
¡Ah, la casa de entonces! La modesta
casita en donde todo era sereno,
nuestra casita de antes! No, no es esta
la misma. ¿Y los amigos, las triviales
ocurrencias, la gente que vivía
en el barrio... las cosas habituales?
¡Ah, la vecina enferma que leía
su nóvela de amor! ¿Qué se habrá hecho
de la vecina pensativa y triste
que sufría del pecho?
¡Era de linda! Tú la conociste,
¿no te acuerdas, hermana?
Ella leía siempre una novela
sentada a una ventana.
Nosotros la mirábamos. Y abuela
la miraba también. ¡Pobre! Quién sabe
qué la afligía. A veces ocultaba
el bello rostro, de expresión muy suave,
entre sus blancas manos, y lloraba.

¡Cómo ha ido cambiando todo, hermana,
tan despaciosamente! Cómo ha ido
cambiando todo... ¿Qué se irá mañana
de lo que todavía no se ha ido?
Ya no la abuela nos dirá su cuento.