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Poemas Póstumos.

— ¿Y aquel bravo compañero,
pelirrojo, vulgarote,
locuaz, pendenciero, que
mató uno que otro hugonote
en la San Bartolomé?
Siempre metido en pendencias
no dan poco que reir
sus airadas ocurrencias;
eso si, supo morir.

Monseñor, Duque de Guisa,
¿esa apostura bizarra
no merece una sonrisa
de la Reina de Navarra?
¡Ah, la sonrisa orgullosa
del dulce tiempo feliz,
cuando ella encontraba hermosa
la gloriosa cicatriz
que sobre el rostro persiste,
como un blasón de fiereza!
Se os ve serio, adusto, triste:
¿qué es de la vuestra grandeza?
Margarita... Ella no sabe!
Sólo por decir: ¡la vi!
mordido de duda grave
abandonasteis Nancy,
y os la halláis, — con cuanta pena,
monseñor! — de otro prendada...