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Misas Herejes.

Rayo de sol sobre la escarcha: la mustia,
de inviolable sudario en el seno,
copa repleta del vino de la angustia
que infiltra en la sangre su sabio veneno. —

Finge en arabescos la nieve que baja
como lluvia de blancos pesares,
una viejecita que hila su mortaja,
o una novia que arroja azahäres.

Sobre una cabeza inquieta, entristecida,
yo la veo caer, como un beso
que absorviese los rencores de una herida
y quedase en los bordes impreso.

Se desconsuela el barrio... Todos los males
salvajes resurgen aullando impaciencias
como presagios, que en las noches mortales
florecen las llagas de sordas dolencias...

Asómate a la ventana, hermano. Mira,
tras la niebla, espejismos extraños
de fiebres. Desde una frente que delira,
soltó la tristeza sus buhos huraños...

Rondan sugestiones en el pensamiento,
a todas las luchas del Crimen resueltas,
y el ambiente es propicio al presentimiento
pues las bestias del mal andan sueltas.