de su sangre de soltera,
de su palma que claudica del inútil sacrificio.
Delicada sensitiva
de los cálidos antojos,
que se burla de la ausencia
de la luz de los sonrojos...
Que exaltando sus caprichos — ¡los diabólicos, los
al Cantar de los Cantares, [tiernos!...
siempre nuevo en sus caricias,
sabe ungir de la gloriosa
caridad de sus delicias
a las vértebras que sufren el horror de los inviernos.
Favorita del Nirvana,
de los vinos superfinos,
espasmódica del etér,
que ilustró los pergaminos
de la nueva aristocracia del hatchis y la morfina:
Ofertorio inconfesable
de exquisita delincuencia,
generosa, sorprendente
bien gustada quintaesencia
de ilusión por el pecado de la copa clandestina...
Pubertad de conventillo
que, en su génesis, halaga
la teoría lamentable
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Misas Herejes.