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Evaristo Carriego.

van marcando en la nieve sus huellas,
como estigmas de atroces presagios,
y, sórdidamente cansados, jadean.
¿Quién los trae? No sé. ¿Quién los llama?
¿Por qué huyeron, dejando sus selvas...
Son tropeles que azuza el peligro
y vienen de lejos como una inclemencia...
¿Mas, que buscan? Los lomos hirsutos
extremecen sus rabias sangrientas:
en un torpe rencor incesante
tal vez una vida sus garras laceran.

¿Mujer... hijos? No quiero acordarme.
¿Están ellos aquí?.. No te duermas...
¿Han aullado otra vez, o es el viento?
Los dos se han unido y aguardan la presa.
¡Yo los siento volver: son los mismos,
los conozco, los monstruos que llegan:
de mis largas vigilias guardianes
y junto a mi lecho fatal, centinelas!
...Sus tentáculos hieren mi entraña...
Mira, hermano, la noche ¡cuán negra!
Se creyera que pasa la vida
envuelta en un torvo girón de tinieblas.
¡Cómo cae la nieve, en la calle
sin un rayo de luz! ¡qué tristeza!
Si pudiese pensar, pensaría
que dentro del alma me cabe una estepa...