Uno, sobre todo, terror de valientes,
jamás derrotado volvió a la covacha:
¡quizás Juan Moreira le puso en los dientes
su daga de guapo sin miedo y sin tacha!
Y hay otro, apacible, gentilmente culto,
de finos modales, ingenioso y diestro
en estratagemas de escurrir el bulto,
y a quien los noveles le llaman Maestro.
Y hay otro, que, cuando la fiesta termina,
hablando a los fieles con raro lenguaje
parece un apóstol de gleba canina
que dice a las gentes su Verbo salvaje.
Y otro, primer premio de anuales concursos,
y que, en saber, ante ninguno se agacha,
es una promesa que sigue los cursos
de las academias de un perro Vizcacha.
Y otro, que en su orgullo se llama nietzcheano,
siempre maculado de fílosofias,
en cien bellas frases, de credo inhumano,
expone a la Horda tremendas teorías...
Y otro, que con aire de doncel apuesto
finge repulsiones hablando de acracia,
cuidando la forma de su noble gesto
impone el buen gusto de su aristocracia.
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Misas Herejes.