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inmortal, la cuestión se resuelve en buena parte; y si tendemos la vista á todo lo que nos rodea, si nos miramos á nosotros mismos rodando en alas del huracan, salpícados de lágiimas y de sangre, sin tener donde sentar el pié, hemos de sentir, poderosamente, que nuestros pueblos no han entrado todavia en aquel periodo de aplomo y de vigor en que se desemboza y fija el carácter de las sociedades.

Acontece ahora en la nuestra lo que en todas las que se hallan en su caso, porque las leyes que rigen al mundo moral son tan constantes, tan uniformes, como las que gobiernan al mundo fisico. Desquiciados los arrimos de la antigua sociedad, resfriadas sus creencias, mal avenida con sus antiguos hábitos, abandonada á impulsos excéntricos, accidentales, contradictorios, la sociedad es un caos; no tiene fisonomía alguna moral y la literatura no puede ser su espresion, porque no tiene espresion el caos. [1]

Las ideas que acabamos de emitir están en jérmen, como casi todas las que contendrá este escrito, cuyas regulares proporciones tememos exceder; son susceptibles, y quizá requieren, mas detenidas aclaraciones; pero, tales como están, las juzgamos bastantes para concluir que no hemos tenido, ni podido tener literatura nacional en la acepción plena y ajustada de estas palabras.

Hemos tenido, sí, ensayos literarios, mas ó

  1. D. Javier de Burgos.