Y al percibir en su cabeza ardiente
Del génio de la muerte helada brisa,
En su rostro de luz resplandeciente
Brilló inefable y plácida sonrisa.
Y era por que su mente se adormia
Sobre la almohada de la eterna fé,
Y era que el desterrado sonreía
Al estampar sobre su pátria el pié.
Y al apagarse en su fulgor naciente
La purísima aurora de su edad,
Brilló sobre su tumba, refulgente,
La aurora de la inmensa eternidad.
Envuelto por el humo del combate
Su canto fué de paz y bendicion,
Y de la lucha entre el feral embate
Puro permaneció su corazon.
El génio lo ciñó con sus espinas,
Su herencia, fué su lágrima de hiel,
Pero de sus creaciones peregrinas,
Brotan torrentes de armonía y miel.
Descendió como un mártir á la arena
Atleta de la Paz y la Igualdad:
Destrozando del hombre la cadena
Dió consuelo á la triste humanidad.
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