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ha de ser hábito antes que fruto del estudio y esperiencia. Asi es que el niño Berro gozó, desde luego, y aprovechó estensamente, esta esencialísima educacion, que tan bien se avenia con las tendencias de que el cielo le habia dotado; y de muy pocos años se hacia notable por su espíritu de órden, por la exactitud de su raciocinio y por una modestia, que, mas tarde, no pudieron arrancarle los merecidos y seductores elojios que á sus talentos se tributaron por personas cuyo voto es capaz de arrojar la simiente de la vanidad en cabezas que el tiempo haya sazonado.

Dotado de esta educacion importante, en que se armonizaba tan completamente su temperamento con los ejemplos domésticos, recibió Adolfo toda la enseñanza que por entonces ofrecian los mejores profesores de Montevideo; y en 1836, al abrirse en esta capital las cátedras de estudios mayores, se halló en estado de incorporarse al aula de derecho civil que regenteaba el Dr. D. Pedro Somellera.

En los bancos de aquella aula tuvimos la fortuna de conocerlo. Adolfo, dotado de verdadero talento, que acrecia diariamente del modo en que este don supremo se desenvuelve y perfecciona, por la meditacion y el estudio, se distinguia mucho en el de derecho, no solo por la aplicacion y el método con que procedia en esta, como en todas sus tareas, sino tambien por la cabal inteligencia de la razon y espíritu de la ley, que es,