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por fin y profundamente fijada bajo la mar, todavía, levantándose sobre sus mil tronos, el Infierno le rendirá homenaje.

1845.

LA DURMIENTE

En el mes de Junio, a media noche me encuentro bajo la mística luna. Un oscuro vapor de opio y de rocío se exhala de su halo de oro, y dulcemente, filtrando por la cumbre tranquila de la montaña, resbala perezosa y armoniosamente por el valle universal. El romero se adormece sobre la tumba, el lis se inclina hacia la onda. Envolviéndose en la bruma se hunde en el reposo. Ved, como parecido al Leteo, el lago parece adormecerse a sabiendas y por nada del mundo quisiera despertar. Toda belleza duerme. Y ved donde reposa—su ventana abierta a los cielos,—Irene, con sus destinos.

¡Oh brillante princesa! ¿por qué dejar esa ventana abierta a la noche? Los espíritus juguetones, desde la alto de los árboles se filtran a través de la persiana. Los seres incorpóreos, turba de magos, revolotean a través de la cá-