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Idilio I.

¡Musas del alma mia!
Ya terminad la agreste melodía.
Ya más decir no pudo
El zagal, de la muerte al golpe rudo.
Depuesta su fiereza
Llegó Ciprina con amante mano
A sostener. su lánguida cabeza.
Mas ¡ay! socorro vano,
Esfuerzo bien tardío.
Estambre no restábale á la Parca: ¹7
Voló á la negra barca
Y cruzó Dáfnis el funesto rio.
Sus ondas bramadoras
Por siempre arrebataron al mancebo
Grato á las Hijas del amable Febo,
Del Pindo habitadoras,
Y á las Ninfas tampoco indiferente
Que moran en cada árbol, rio y fuente.
¡Musas del alma mia!
Ya terminad la agreste melodia.
Amigo, ve cumplida mi palabra.
Dame á ordeñar la cabra,
Y entrégame mi vaso
Para brindar con néctar delicioso
Por las sagradas Ninfas del Parnaso.
¡Adios, oh Musas bellas!
Un cantar os reservo más sabroso[1]