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XLVI
PRÓLOGO.

bre las huellas de la grande escuela clásica.» En estas palabras dirigidas por un Pontífice sabio y santo á una Sociedad literaria compuesta en buena parte de eclesiásticos, IPANDRO ACAICO, á quien tan de cerca tocan, como individuo de la misma Academia, habrá recibido la más grata y autorizada aprobacion de sus trabajos poéticos, y estímulo poderoso para no desmayar en ellos.

V.

El abandono casi general del estudio del griego, ha sido causa de que hayan venido á ménos los estudios clásicos en los países latinos, donde se enseña el latin á medias, casi exclusivamente como lengua de la Iglesia, En el siglo XVII el jesuita Alegre hizo en Veracruz una estimable version latina de Homero, y no há muchos años el doctor Moreno y Jove publicó en Méjico una traduccion castellana, que no conocemos, de la Ilíada. Ejemplos raros en la América Española. El mismo Bello, príncipe de la literatura hispano-americana, no empezó á estudiar el griego sino ya en edad madura, convencido de la necesidad de entender la lengua de los dioses.

Dando á conocer á sus compatriotas los poetas griegos, IPANDRO ACAICO trata de restaurar los buenos estudios sobre su antigua y sólida base. Sus traducciones, hechas directamente del griego, conservan aquel perfume original que se pierde en