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PRÓLOGO.

nidas en una carta reciente del Cardenal Vicario de Roma.

Presentad á un jóven, no digo una homilía de un Santo Padre, sino una arenga de Demóstones, y léjos de aficionarse á un cstudio árido y dificil en los principios, arrojará gramáticas y diccionarios, y correrá en busca de una novela de Eugenio Sue. No así dándole la leche y suaves manjares que requiere la infancia: poco á poco se acostumbrará á más sólidos alimentos y no le arredrarán despues las páginas de los Basilios y Gregorios. El mismo Crisóstomo se deleitaba en la lectura de los Cómicos Griegos, y á él debemos la conservacion de las pocas comedias que nos quedan de Aristófanes. Aun el grande Apóstol San Pablo no temió citar entre los textos dictados por el Espíritu Santo, los versos de un poeta profano...»

En la carta-prólogo de la edicion de los «Bucólicos» (1877)IPANDRO ACAICO insiste en su tésis, presentando el estudio de los clásicos como medio de dirigir la sensibilidad de la juventud, expuesta con frívolas lecturas á lamentables extravíos. Educando el sentimiento estético, formando ideas justas y exactas de la belleza artística y literaria, el espíritu de los jóvenes se orienta y predispone á admirar y comprender la belleza moral. Y dónde tomar este punto de partida, para la educacion de la sensibilidad, sino en Grecia, pueblo privilegiado que, como dice un escritor, recibió en dote la Belleza, miéntras á otro pueblo, áun más afortunado, tocó ser depositario de la Verdad? La superficialidad de que adolece la educacion en nuestra América Latina, la poca duracion de los estudios preparatorios á las carreras científicas, es, á juicio del eminente Prelado, causa de la mayor parte de nuestras desgracias. Y de aquí el pensar