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XXXVII
PRÓLOGO.

decir, imitando la respuesta que daba el orador romano á los que se admiraban de que le quedase tiempo para componer obras literarias: «¿Y habrá quien me haga un cargo porque todo aquel tiempo que otros dedican á sus negocios é intereses, á frívolas diversiones, y al reposo mismo del ánimo y del cuerpo; el que otros dan á los placeres de la mesa, ó los del juego, lo consagro yo á anudar mis estudios literarios?» Cuanto más, podrá tambien añadir, que estos estudios ejercitan y apuran facultades consagradas al servicio de la Religion y de la Patria.

Educado en Inglaterra, donde los estudios clásicos forman la base de toda educacion liberal, así protestante como católica, ejercitóse IPANDRO ACAI- co desde el colegio en traducir en verso, en lenguas modernas, trozos de autores griegos y latinos, así como en metrificar en alguna de las dos lenguas sábias, sobre temas de poetas contemporáneos. No llegará un estudiante á imaginar ilícitos tales inocentes ejercicios, dirigidos por sabios y piadosos superiores. Pero al salir al mundo oirá los ecos de aquella ruidosa discusion que dividió á los polemistas católicos y promovió entre ellos amargo debate, cuando el abate Gaume denunció los estudios de la literatura pagana greco-latina como verdadero «gusano roedor de la sociedad moderna.»

Apoyado, en sus gritos de alarma, por M. Veuillot, fué combatido Gaume por Monseñor Dupanloup y por algunos escritores de la Compañía de Jesus.

Roma al fin impuso silencio á los contendores, ya