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XXXV
PRÓLOGO.

tiga y recorta cuanto pudiera ofender el pudor. Si faltan poesías de un género ligero, el autor lo declara, es porque para componerlas ni tiempo ni inclinacion tuvo, y nunca salieron de su pluma. Sus obras, inclusas las traducciones de autores profanos, son, en suma, de aquellas cuya lectura no vedará una madre á sus hijas.

Podria la malignidad inculpar á IPANDRO ACAICO de haber robado un tiempo precioso al desempeño de sus muchas y graves obligaciones como Prelado.

Mas él se anticipa á contestar esta inculpacion, declarando, en comprobacion del título «Ocios poéticos,» que parte de los ensayos que publica fueron ejercicios en realidad, de aquellos ratos de ocio que no es posible llenar de otra manera.» El ejemplo de L'Hopital y d'Aguesseau, de Hurtado de Mendoza, Martinez de la Rosa y Cánovas del Castillo, de Derby y Disraeli, patentiza que las más arduas funciones, las más pesadas cargas de la magistratura y la administracion, dejan á los hombres de enérgicas facultades algun vagar para las letras. No le impidieron á Arias Montano escribir versos las comisiones científicas que le encargó Felipe II, ni la ordenacion laboriosísima de la monumental Biblia Poliglota. Garcilaso y Ercilla escribieron obras inmortales en los intervalos de diarios y sangrientos combates, y Gonzalez Carvajal hizo su version poética de los libros poéticos de la Biblia, siendo intendente del ejército que triunfó en Bailén, en medio de contínuas alarmas, al compas de las ca cerarios del colegio, y el resto «fruto,