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XXXII
PRÓLOGO.

ticas. Clérigos fueron los líricos más eminentes, Leon, Rodrigo Caro, Rioja, Herrera, Góngora; épicos famosos, como Valbuena, Ojeda, Valdivielso; poetas eruditos ó didácticos, como los Argensolas ó Céspedes; y, lo que es más extraño, clérigos fueron los dramáticos más populares y fecundos, Lope, Calderon, Rojas, Alarcon, Solis; de tal suerte que, como observa un escritor, cuando se trató de decorar el teatro español, los retratos de príncipes de la escena que se colocaron en el arco de embocadura fueron de tres curas, Lope, Calderon y Moreto, y un fraile, Tirso de Molina (Fray Gabriel Tellez). Todavía á principios de este siglo, Reinoso, Gallego y Lista, sacerdotes los tres, aparecen á la cabeza de los poetas españoles.

Hoy en dia es raro hallar un clérigo poeta (1), y en esta materia la opinion pública es más severa que antaño para con el clero: severidad hasta cierto punto justa, y honorífica para el clero mismo, cuando nace del concepto de santidad que del sacerdocio católico ha formado el mundo; del respeto y veneracion que han sabido inspirar, áun á los incrédulos, generaciones de levitas aleccionados en la escuela de la persecucion; pero injusta y sospechosa severidad cuando procede del empeño que toman los enemigos del clero, cesaristas y doctrinarios, en encerrarlo dentro de los muros del templo y quitarle toda accion é influjo en la sociedad civil.

(1) Sólo uno cuenta hoy en su seno la Academia Española, el notable fabulista D. Cayetano Fernandez, del Oratorio.