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MOSCO DE SIRACUSA.

Y si hubiere
Quien lo traiga
A las puertas
De mi alcázar,
Yo le ofrezco
Mayor gracia.
»Mil á mi hijo
Señas claras[2]
Entre ciento
Lo indicaran.
Ver no esperes
Su tez blanca
Porque al fuego
Roja iguala.
Sus pupilas
Son dos brasas,
Y perversas
Sus entrañas,
Aunque dulce
Tiene el habla.
Una cosa
Dentro fragua
Y otra dicen[3]
Sus palabras.
Miel semeja
Su voz blanda;
Mas si la ira
Lo arrebata,
Es tremenda
Su venganza,
Todo es dolos,