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XX
PRÓLOGO.

de los resabios del mal gusto dominante, brillaba con luz propia en medio de noche tan dilatada, y alcanzaba, en el lenguaje de la época, el título de «décima Musa.» Sor Juana Inés de la Cruz fué entre los poetas de su tiempo «la que recibió del cielo astro más puro y sensibilidad más delicada,» dice el insigne crítico Sr. Cueto; y añadiremos que, por la preeminencia de su fama y gallardía de su ingenio, preside el coro de las vírgenes cantoras que por entónces ó años despues florecieron en España é Indias-Sor Gregoria de Santa Teresa, en Sevilla; la ilustre portuguesa Sor María del Cielo, que escribió sus versos parte en portugues, parte en castellano; en Lima, sor Paula de Jesus Nazareno; y, sobre todas eximia, si no como poetisa, sí como mística escritora incomparable, nuestra Francisca Josefa de la Concepcion, en Tunja.

Cuando hubo del todo fenecido el buen gusto, no por eso se agotó la fecunda vena de los ingenios mejicanos, ni caducó la reputacion y prestigio de que disfrutaban en las otras colonias españolas; así que, á fines del pasado siglo, se imprimia por primera vez en Bogotá, en pobrísima pero muy correcta edicion, la Mirra Dulce, poema místico lleno de erudicion sagrada, en afectado estilo, de D. Francisco Ruiz de Leon, autor de la Hernandia; nuestros abuelos la aprendian de memoria, saboreaban sus conceptuosas y bien rimamas décimas; y consérvanse aún los encomios que tributaron al poeta, á la sazon humilde institutor en Orizaba.