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XII
PRÓLOGO.

podia ser de otra manera, tratándose de composiciones tan diversas entre sí en estilo y asunto como los idilios de Teócrito. El ingenio flexible y ameno del poeta siracusano pasaba sin violencia de una escena dramática y apasionada, al modo del bellísimo idilio de La Hechicera, á un cuadro de costumbres rústicas ó á una contienda de pastores: desde el canto amoroso del Cíclope hasta los épicos relatos del robo de Hílas y de los combates de Cástor y Pólux. Mézclanse en la coleccion de sus poesías escenas de comedia como Los Amores de Cinisca y Las Siracusanas, verdaderas odas como el Panegírico de Tolomeo, Las Gracias y el Elogio de Helena, legítimos ditirambos como el de las Bacantes. ¿Es fácil, por ventura, al traductor seguir los caprichosos giros de tan versátil Musa? Y sin embargo, el Ilmo. Móntes de Oca lo ha conseguido casi siempre. A mi entender, los trozos más felices de su traduccion y los más iguales en el estilo son los de carácter épico. Y no obstante, ¡qué elegancia reina en la mayor parte de las estrofas del Epitalamio de Helena y en los tercetos de Amarilis!

Dos maneras hay de traducir en verso á un poeta de la antigüedad: una y otra tienen ventajas é inconvenientes. Ó se calca el texto, en cuanto lo permite la diferencia de lenguas, sin amplificar ni desleir ni parafrasear nada, y para esto es forzoso traducir en verso suelto; ó se procura hacer una traduccion agradable áun á los profanos, y entónces cabe la paráfrasis y se tolera todo linaje de pri-