LXVIII
sino vencido de los respetos que se debia á sí mismo, para no dar ocasion á nadie de reprehenderle, que no hacia mas que discurrir sobre la virtud, sin ponerse jamás voluntariamente en estado de practicarla. Otro de los motivos, y no el ménos poderoso, que acabó de resolverle á dexar sus ocupaciones á la edad de sesenta y quatro años, para ir acaso con demasiada confianza á experimentar los caprichos de un jóven tirano, fué la verguenza de abandonar á Dion en el riesgo eminente en que se hallaba, combatido de todas partes por las calumnias de sus enemigos, que no pudiendo sufrir sus costumbres severas, y su modo sábio de vivir, procuraban hacerle sospechoso á Dionisio, y le hubieran perdido infaliblemente si se le hubiera dado tiempo á este Príncipe de recaer en sus primeros desórdenes.
Llegado á Sicilia salió el Rey mismo en persona á recibirle al puerto con una magnífica carroza, en la que fué conducido al palacio, y mediante un sacrificio público dió gracias á los Dioses de su venida, que la miraba como la