por esclavo; en lo que no le haria agravio alguno, porque siendo justo seria felíz, ora fuese libre, ora no. Poluides le llevó á la isla de Egina, donde fué acusado por Charmandro como reo de pena capital, en virtud de la ley que mandaba se le quitase la vida á todo ateniense que abordase dicha isla. Esperando estaba la sentencia de muerte, quando por burla le ocurrió decir á uno, que aquel hombre era filósofo, no ateniense, cuyo dicho le salvó la vida. Solamente se le condenó á ser vendido, y le compró Anniceris de Cyrene por treinta minas, el qual le puso en libertad y le envió á Atenas, sin querer nada por el rescate; diciendo que no solo los atenienses conocian el mérito de Platón, ni solo ellos eran dignos de hacerle servicios. Plutarco y Diogenes refieren estas particularidades, de las que nada dice Platón en su séptima carta, donde cuenta este viage á Sicilia, y no es creible que se le hubiese olvidado de hablar á lo ménos de su bienhechor.
Muerto Dionisio el viejo, le sucedio su hijo Dionisio, á quien crió su padre