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Al punto que quedaron satisfechos con su muerte la envidia y ódio de sus enemigos, los atenienses empezaron á reflexionar sobre las virtudes de este filósofo, y á venerar la memoria de un hombre que habian tan cruelmente perseguido en vida. Los magistrados publicaron luto universal, mandando cerrar las tiendas, los gymnasios y los lugares públicos, y le erigieron en el parage mas elevado de la ciudad una estatua de bronce trabajada por Lysipo; y no satisfechos con esto condenaron a muerte al infame Melito, y á los demas acusadores á un destierro perpetuo. Por la misma razon que no pretendia Sócrates enseñar, jamás quiso escribir nada; pero sus discípulos Cebes el tebano, Xenophonte y Platón tuviéron cuidado de instruirnos de su doctrina, que se contiene la mayor parte en la presente obra de la República.