se hubo de volver á Aténas, de donde no salió hasta su muerte.
Continuaba con ardiente zelo la obra que tan felizmente habia comenzado de franquear á sus oyentes los preciosos tesoros de la filosofia, y trabajaba constantemente por gravar en su corazon y en el de sus discípulos el amor á la verdad, á la piedad y á la justicia, teniendo presente en todos sus discursos la analogía que reyna entre la perfeccion moral y la perfeccion natural, que algunos expresaron con el nombre de simetría. Este conocimiento de la bondad y de la hermosura en materia de moral, le conducia por una correspondencia sucesiva de ideas á mirar la regularidad de los rasgos del rostro, como una señal exterior que denotaba infaliblemente la excelencia del carácter. De aquí aquel gran gusto de preferencia que tenia para con los jóvenes bien agestados, y en especial por Alcibiades, en cuya educacion se ocupaba sin cesar, á fin de retraerle de los placeres peligrosos, á los quales la opulencia y la fuerza del natural continuamente le incitaban. Pero á pesar de este afecto