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XXXV

aumentaban ropas para libertarse de los rigores del frio, conservó siempre su vestido ordinario, y caminaba á pie descalzo sobre los hielos; lo qual junto á la templanza y sobriedad que constantemente observó, le formaron un temperamento capáz de resistir á todas las enfermedades, de modo qua casi fue el único que no padeció la epidemia esparcida en todo el campo y ciudad de Potidea.

Concluida la expedicion se volvió á Aténas, y á poco empezó á dar lecciones públicas, no con la ostentacion ni orgullo de los sofistas, ni con las miras mercenarias de los maestros asalariados por los Magistrados para enseñar en las escuelas, sino con la mayor modestia y gratuitamente, en las calles, en los paseos, en los baños, y en las casas particulares. En suma, en todos los parages que encontraba favorables para enseñar á los hombres las obligaciones de la religion, y los deberes esenciales de la humanidad. En una de estas ocasiones encontró á Alcibiades que iba á orar á el templo, y segun costumbre le preguntó qué intencion llevaba, demostrándole el riesgo que habia en