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su deber, sino que pretenda esclavizarlas y tomarse sobre ellas una autoridad que no le compete, y que causaria en las costumbres un extraño desórden. Glauc. Enteramente es así. Soc. Si pues los enemigos de afuera vienen á atacar á este hombre, ellas le defenderán muy bien; por quanto la razon con su consejo tomará medidas convenientes para la seguridad del alma y del cuerpo: y la irá combatiendo baxo sus auspicios, y ayudada de la fortaleza, executará las órdenes de la razon. Glauc. Es muy cierto.

Soc. Creo pues que el hombre merece el nombre de fuerte, quando su ánimo incapáz de ser conmovido por el placer y por el dolor, teme ó desprecia los peligros que la razon le manda temer ó despreciar. Glauc. Muy bien. Soc. Él es prudente por esta pequeña parte que manda en él, y dá las órdenes; la qual sola sabe lo que es útil á cada una de por sí y á toda la comunidad compuesta de estas tres partes. Glauc. No tiene duda. Soc. Y qué! no es é1 templado por la amistad y armonía que reynan entre la parte que manda y las que obedecen; quando estas dos últimas están de acuerdo en que á la razon le toca el mandar, y no se revelan contra ella? Glauc. La templanza no puede tener otro principio ora sea en el estado, ora en el particular. Soc. En fin por todo esto será é1 tambien justo, como hemos dicho muchas veces. Glauc. Sin disputa. Soc. Hay, por ventura, al presente alguna cosa que nos impida reconocer que la justicia