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apetito sensitivo, privado de razon, amigo de regocijos y de placeres, á esta otra parte que es en ella el principio del amor, de la hambre, de la sed y de los otros deseos, trás los quales se va precipitada. Glauc. No sin mucha razon los miramos como distintos.

Soc. Demos pues por sentado que en nuestra alma se encuentran estos dos principios diferentes: mas por lo que hace á la ira (16), y á lo que causa en nosotros la cólera es acaso un tercer principio? ó, por suerte, seria de la misma naturaleza que alguno de los otros dos? Glauc. Tal vez pertenece al apetito sensitivo. Soc. Creolo muy bien, por lo que en otro tiempo oí decir, que Leoncio hijo de Aglayon, subiendo un dia del Pireo á la ciudad por lo largo de la muralla del norte, descrubió de léxos los cadáveres que de la parte de afuera estaban echados en la cloaca, y sintió al mismo tiempo un deseo vehemente de acercarse á verlos, y una repugnancia mezclada con aversion á semejante objeto. Resistió por largo tiempo, y se cubrió el rostro; pero vencido al fin por la violencia de su deseo, corrió ácia estos cadáveres, y abriendo los ojos quanto pudo, les dixo: Ahora bien! infelices, saciaos á vuestro placer, con la vista de tan hermoso espectáculo. Glauc. Tambien yo he oido contar lo mismo. Soc. Esto nos hace ver que la ira se opone en nosotros muchas veces á los deseos, y por consiguiente que lo uno es muy distinto de lo otro. Glauc. Así es la verdad. Soc. No

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