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dos. Adim. Qué es lo que vos decís? Soc. Lo primero, si fuese necesario llegar á las manos, nuestras gentes exercitadas en la guerra no tendrian que pelear con enemigos ricos? Adim. Lo confieso. Soc. Pero, Adimanto, un luchador bien instruido en su arte, no os parece que triunfará fácilmente de dos contrarios ricos, llenos de lozanía y poco exercitados en ta lucha? Adim. Acaso no, si tiene que ver con los dos á un tiempo. Soc. Qué! si tuviese la libertad de huir, y evitando el primer golpe, hiriese recargando al que le sigue de mas cerca, y emplease repetidas veces esta astucia al sol y en el riguroso calor, por suerte le seria muy dificil vencer á muchos como estos uno tras otro? Adim. Ciertamente que en esto nada habria que admirar. Soc. Pero creeis vos que los ricos de quienes hablamos no estén mas instruidos y mas exercitados en la lucham que en la guerra? Adim. Yo no lo dudo. Soc. Luego, segun las apariencias, nuestros atletas se batirán sin trabajo con un exército de ricos dos ó tres veces mas numeroso. Adim. Convengo en ello; porque me parece que teneir razon. Soc. Y qué, si enviasen á pedir socorro á los habitantes de un estado vecino, diciendoles, lo que al cabo seria mucha verdad: nosotros no necesitamos de oro ni de plata, ni nos es permitido tenerlos, como á vosotros: venid pues en nuestra ayuda, que nosotros os abandonamos los despopjos de nuestros enemigos: creeriais vos que aquellos á quie-