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esto aún nos es necesario un mercado, y una moneda, que facilite la permuta en el comercio. Adim. No tiene duda.

Soc. Pero si el labrador, ó algun otro artesano, habiendo llevado á la plaza lo que tiene que vender, no llegó precisamente al mismo tiempo que los otros que necesitan de su mercancía, interrumpirá por aquel tiempo su trabajo, esperándoles en el mercado? Adim. Nada de eso. Hay gentes que de su voluntad se encargan de este ministerio para obviar aquel inconveniente, y en las ciudades bien civilizadas, son por lo comun personas, débiles de cuerpo, é inútiles para otros destinos. Su oficio es permanecer en el mercado y comprar con dinero de unos lo que llevan á vender, para revenderlo despues á otros que necesitan comprarlo. Soc. En conseqüencia pues de esta necesidad, nuestra ciudad no puede pasarse sin regatones y chalanes: no es éste el nombre que damos á los que estableciéndose en la plaza, no tienen otro oficio que comprar y vender, reservando el nombre de mercaderes para los que andan de una ciudad en otra? Adim. En efecto que sí. Soc. Paréceme que aún hay otros que no hacen grandes servicios á la sociedad por sus talentos; pero cuyos cuerpos son robustos y capaces de muy grandes trabajos. Estos trafican pues con las fuerza de sus cuerpos, llamando jornal el estipendio que resulta de este tráfico, de donde les vino, en mi sentir, el nombre de jornalero. No es esto así?