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esta verdad, en lugar de guardarnos recíprocamente contra la injusticia de otro, cada qual de nosotros estaria de guardia contra la suya, temiendo incurrir en el mas grande de los males, obrando injustamente.

Thrasimaco, ó algun otro hubiera sin duda, ó Sócrates, podido decir otro tanto que yo sobre este asunto, y aún tal vez mas, alterando importunamente en mi sentir las idéas de la justicia é injusticia. Por lo que á mí toca, no quiero ocultaros que lo que me ha movido á alargar un poco estas objeciones, fué el deseo de oir lo que me respondereis. No os limiteis pues á manifestarnos que la justicia es preferible á la injusticia; sino explicadnos los efectos que producen una y otra por sí mismas en el alma, y hacen que la una sea un bien y la otra un mal. No tengais ningun respeto á las opiniones de los hombres, como Glaucon os lo ha encargado. Porque sino separais absolutamente todas las idéas falsas del vicio y de la virtud para fixaros en solas las verdaderas, diremos nosotros que vos no alabais la justicia, sino la apariencia de la justicia, y que no vituperais tampoco el vicio, sino sus apariencias, y que nos aconsejais que seamos malos, con tal que esto sea de oculto, y que vos convenís con Thrasimaco que la justicia, bien extraño al que la posee, no es útil sino al mas fuerte; que al contrario, la injusticia útil y provechosa á sí misma, no es perjudicial sino al mas débil. Por quanto pues, os habeis