En lugar que ganariamos seguramente siendo injustos, y nada tendriamos que temer de parte de los dioses, juntando á nuestras maldades los votos y oraciones. Pero á buena cuenta seriamos castigados en el infierno, ó en nuestra persona, ó en la de nuestros descendientes, por los males que habriamos hecho en este mundo. Pues á esto, amigo, se responde, que los sacrificios expiatorios son muy eficaces, y los dioses á quienes se invoca por los difuntos exorables, como dicen ciudades enteras, y los hijos de los dioses los poetas, y los adivinos inspirados por los dioses, los quales todos atestiguan que esto es así.
Por qué razon pues preferiremos aún la justicia á la injusticia consumada, puesto que segun el sentir del vulgo y de los sábios, todo nos saldrá bien para con los dioses y para con los hombres, así en vida, como en muerte, con tal que encubramos nuestros crímenes con la apariencia de la virtud? Despues de todo lo dicho, quién imaginaria, ó Sócrates, que un hombre de calidad, de talentos, de riquezas, á quien se ofreciese risueña la fortuna, tomase el partido de honrar la justicia, y no mas bien el de mofarse de los elogios que se le diesen en su presencia? Digo aún mas, que aún quando alguno estuviese persuadido que lo que yo digo es mentira, y que la justicia es el mayor de los bienes, léxos de irritarse contra los malos, no podria ménos de escusarles; porque sabe que á