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daño á otros, hagamos una suposicion. Demos al hombre de bien y al malo un poder igual de hacer lo que se les antoje. Sigamosles despues los pasos y veamos á dónde les conducirá la codicia al uno y al otro. Por cierto no tardariamos en sorprender al hombre de bien caminando sobre las huellas del malo, arrastrado como él por el deseo de tener mas que los otros; deseo cuyo cumplimiento fomenta la misma naturaleza como una cosa en sí buena; pero la ley reprime y reduce por fuerza a la igualdad.

Mas para que el poder que yo les concedo sea el mayor, démosles que sea como el que dicen que tuvo Gyges, uno de los progenitores de Lydo. Cuéntase pues que siendo pastor asalariado del Rey de Lydia, hubo una grandísima tempestad de agua con violentos terremotos, que abrieron la tierra, é hicieron una hendedura en el parage mismo donde apacentaba sus ganados. Visto lo qual por Gyges y sorprendido, baxó por esta abertura y vió, entre otras maravillas que se refieren, un caballo de bronce hueco, en cuyos hijares tenia unas puertas y las quales abiertas, descubrió un cadáver al parecer de una talla mas que humana. Este cadáver estaba desnudo, solamente tenia en el dedo un anillo de oro, que tomó Gyges y se retiró. En seguida tuvieron los pastores la acostumbrada asamblea mensual, para informar al Rey del estado de sus rebaños, á la qual vino tambien Gyges llevando puesto su anillo. Sentado pues