este dinero que llevo conmigo es una parte de esa renta de que desea apropiarse el Rey Jorge. Ahora bien; me parece que Vd. es un hombre que comprende las cosas: ponga este dinero en manos del gobierno y ¿cuánto le tocará á Vd. ?
—Muy poco seguramente,—dijo el capitán,—si lo llegaran á saber, agregó después con sequedad. Pero creo que si llegara el caso, sabría callarme la boca respecto á ese particular.
—¡Ah! pero Vd. se engaña respecto á mí,—dijo el caballero. Hágame Vd. traición, y veremos lo que pasa.
Si una mano tocare este dinero, sabría qué clase de dinero es.
—Pues bien,—replicó el capitán, lo que tiene que suceder, sucederá. Sesenta libras, y asunto concluído.
Aquí está mi mano.
—Y aquí la mía,—dijo el otro.
Y con esto el capitán salió un poco precipitadamente, y me dejó solo con el caballero en la cámara.
En aquella época (casi á raíz de los acontecimientos de 1745) había muchos caballeros desterrados que volvían á Escocia, con peligro de la vida, ó para ver á sus amigos, ó para reunir un poco de dinero; y todo el mundo sabía que los que tenían arrendadas tierras de esos caballeros, se privaban de muchas cosas para enviarles dinero, á cualquier costo, tratando de burlar la vigilancia de los soldados la de la marina de guerray Todo esto lo había oído, y ahora tenía ante mis ojos á un hombre cuya vida estaba irremisiblemente condenada, pues no tan solo era un rebelde, un contrabandista de rentas, sino que estaba al servicio del Rey Luis de Francia. Y como si todo esto -