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PLAGIADO

no había bebido, y el Sr. Suan no haría daño á una hormiga, excepto cuando bebía más de lo regular. Pregunté acerca del capitán, pero se me dijo que la bebida no establecía diferencia alguna en aquel hombre de hierro.

En el poco tiempo en que tenía oportunidad para ello, traté de hacer del pobre Ransome algo parecido á un hombre, ó mejor dicho, á un muchacho. Pero su inteligencia era limitadísima: no podía recordar nada de lo sucedido antes de entrar á servir en el buque. Solo sabía que su padre había fabricado relojes, y que en la sala de su casa había un estornino que silbaba una canción: todo lo demás se había desvanecido en estos años de trabajo y crueldades. Sus ideas acerca de la tierra, concebidas por las historias de los marineros, eran muy extrañas: se la figuraba un lugar en que los muchachos estaban sometidos á una especie de esclavitud llamada un oficio, y los aprendices azotados y encerrados en calabozos. Creía que en una población, de cada dos individuos uno era un embancador, y que de cada tres casas una era un lugar donde se embriagaba á los marineros y se les robaba.

Yo le decía que en esa tierra que él tanto temía, había sido yo criado y educado con cariño por mis padres y mis amigos; y entonces, si había sido maltratado recientemente, lloraba con amargura, jurando que se escaparía; pero si estaba en su modo habitual de pensar, ó lo que es peor, si había bebido un vaso de aguardiente en la cámara, se burlaba de cuanto yo le decía.

Fué el Sr. Riach (¡ Dios se lo perdone!) quien hizo beber al muchacho, quizás con la mejor intención; pero además de ser la ruina de su salud, era el espectáculo más lastimoso del mundo ver á esta infortunada criatura