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ME HAGO Á LA MAR EN EL BERGANTÍN "COVENANT"

prende, replicó el Sr. Riach mirándole al rostro con firmeza.

—Sr. Riach, he navegado con Vd. durante tres viajes, —dijo el capitán.—En ese tiempo, señor, creo que Vddebía haber aprendido á conocerme: yo soy un hombre terco y duro; pero respecto á eso que acaba de decir,¡uf! ¡uf!—solo un mal corazón y una conciencia nada limpia pueden pensarlo. Si Vd. cree que el muchacho morirá.—Sí, morirá,—dijo el Sr. Riach.

—Bien,—replicó el capitán, trátelo Vd. como quiera.

Y diciendo esto el capitán Oseas subió á la cubierta ; y yo que había permanecido silencioso durante este extraño diálogo, ví que el Sr. Riach se volvió hacia su jefe haciéndole una reverencia, é inclinándose hasta las rodillas, como en son de burla. Aun en medio de mi malestar pude notar dos cosas: que el segundo piloto había bebido más de lo regular, y que, bebido ó no, podría ser un buen amigo mío.

Cinco minutos después me ví libre de mis ataduras y llevado en la espalda de un hombre al castillo de proa, donde me pusieron en un tarimón con algunas frazadas.

Allí perdí de nuevo el sentido.

Cuando abrí de nuevo los ojos, fué realmente una bendición ver la luz del día y hallarme en la compañía de seres humanos. El castillo de proa era un lugar espacioso con camarotes alrededor; allí se hallaban varios marineros sentados, ó acostados y durmiendo. Como el tiempo estaba en calma y el viento no era fuerte, el escotillón se encontraba abierto y no solo penetraba mucha luz, sino que de cuando en cuando brillaba un rayo de