tado también, pero sin embargo muy contento con el espectáculo de estas cosas nuevas para mí. Entretanto el capitán me iba señalando los objetos más extraños, diciéndome sus nombres y explicándome sus usos.
—Pero dónde está mi tío?—pregunté de repente.
¿ —¡Ah!—dijo el capitán con una especie de mueca¡ esa es la cuestión!
Comprendí inmediatamente que estaba perdido. Con toda mi fuerza me desasí de él y corrí á la borda del buque.
No había duda: ví el bote que se alejaba con mi tío á la popa. Dí un grito penetrante—"¡ Auxilio! ¡ auxilio!
¡Que me matan!”—de tal modo que resonó en ambos lados del anclaje, y mi tío volvió hacia mí la cabeza, dejándome ver un rostro lleno de crueldad y de terror.
Fué lo último que ví. Ya se habían apoderado de mi persona fuertes manos que me arrancaron del sitio en que estaba: me pareció entonces como si un rayo me hubiera herido; ví como un gran relámpago de fuego y caí insensible.