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PLAGIADO


CAPÍTULO III

HAGO CONOCIMIENTO CON MI TÍO


Oí un gran ruido de cadenas y cerrojos, y abrieron la puerta con la mayor precaución, cerrándola inmediatamente que hube entrado.

—Vaya Vd. á la cocina y no toque nada,—dijo la voz.

Y mientras el dueño de la casa se ocupaba en poner en su lugar las defensas de la puerta, proseguí adelante y entré en la cocina.

El fuego había tomado cuerpo y estaba brillante, lo que me hizo contemplar la habitación más desnuda que jamás hubiera visto en mi vida. En los anaqueles había media docena de platos; la mesa estaba puesta para la cena con un tazón de potaje, una cuchara de cuerno y una taza de cerveza floja. Excepto lo que he mencionado, no había otra cosa en aquella gran habitación vacía, sino arcas cerradas á lo largo de las paredes y una alacena en un rincón cerrada con un candado.

Después de puesta la última cadena, el hombre entró en la cocina. Era una persona de aspecto mezquino, encorvado, de espaldas estrechas, rostro nudoso y de una edad que podría ser cualquiera entre cincuenta y setenta años. Su gorro de noche era de franela, de lo cual era