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VOY EN BUSCA DE MI HERENCIA

¿cómo podría el Sr. Rankeillor jurar acerca de la identidad de mi amigo? A pesar de todo, tuvo necesidad de algún tiempo para dar con lo que deseaba, puesto que había hablado y reconocido á numerosas personas en la población; y yo no abrigaba duda ninguna de que aun tenía bastante buena vista.

Tan pronto como pasamos de largo por la posada, se cambió el orden de la marcha. El Sr. Rankeillor se puso á retaguardia, con Torrance, y yo á la vanguardia, á manera de explorador. Me adelanté silbando de vez en cuando mi canción gaélica, y al fin tuve el placer de oir que la contestaron, y ví salir á Alán detrás de un matorral. Estaba un tanto malhumorado, por que había pasado todo un día solo entre los matorrales, laciendo una pobre comida en una mala posada de las cercanías. Pero á la simple vista de mi traje, empezó á animarse, y tan pronto como le dije cuán adelantados se hallaban nuestros asuntos, y el papel que tenía que desempeñar en lo que restaba por hacer, se transformó en otro hombre.

—Esa ha sido una buena idea,—dijo,—y puedo decir que no podría haber empleado Vd. á mejor hombre que á Alán Breck. Y es preciso que sepa Vd. que no un cualquiera puede ejecutarla, sino que se necesita un caballero de cierta penetración para llevarla á cabo. Pero me parece que su abogado estará deseando verme.

Por lo tanto, alcé la voz é hice señas al Sr. Rankeillor, que se adelantó solo y fué presentado á mi amigo el Sr. Thomson.

—Tengo mucho gusto en conocerle, Sr. Thomson,—dijo. Pero he olvidado mis espejuelos; y nuestro amigo, el Sr. David, le dirá á Vd. que casi soy ciego, y no debe