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PLAGIADO

se me atascaron en la garganta, porque siempre había detestado la mentira; pero mi misma confusión ayudó á la farsa de Alán, porque la muchacha no dudó atribuir mi voz ronca y apagada á la enfermedad y á la fatiga.

—No tiene amigos?—dijo con voz lastimera.

—Sí los tiene, exclamó Alán,—si pudiéramos llegar á donde están. Entonces habría amigos, y amigos ricos, con buenas camas donde acostarse, alimentos que comer, médicos que lo vieran, y no que ahora tenemos que andar á pie por montes y valles y dormir entre los matorrales como mendigos.

—Y por qué?—preguntó la muchacha.

—Mi querida amiga,—dijo Alán,—no se puede decir así, así, pero se lo daré á entender á Vd. silbándole una canción.

Y diciendo esto se reclinó sobre la mesa, y se puso á silbar con profundo sentimiento unos cuantos compases de una canción Jacobita.

—¡ Silencio !—exclamó la muchacha mirando hacia la puerta.

—¡ Eso es !—dijo Alán.

—¿Y tan joven?—exclamó la joven.

—Tiene bastante edad para,—y Alán hizo una señal con la mano, queriendo significar que tenía edad bastante para que me cortaran la cabeza.

—Sería una vergüenza,―dijo ella ruborizándose en extremo.

—Y es lo que sucedería á menos que no arreglemos las cosas mejor,—replicó Alány con esto la muchacha salió corriendo de la casa dejándonos solos. Alán con muy buen humor y contento