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PLAGIADO

Así lo hizo Alán, y Robín se puso á imitar y á corregir algunas de las variaciones de Alán, que parecía recordar perfectamente.

—¡ Ah! Vd. entiende de música,—dijo Alán algo sombrío.

—Y ahora, Sr. Stuart, sea Vd. mismo el juez,—dijo Robín, y tomando las variaciones desde el principio las trabajó de una manera tan nueva y con tanto acierto y sentimiento, y tan lleno de capricho, gracia y ternura, que me quedé pasmado al oirle.

En cuanto á Alán, estaba sombrío é inquieto, royéndose las uñas, como hombre que está sufriendo una grave ofensa.

—¡ Basta!—gritó.—Vd. sabe tocar la cornamusa y puede hacer de ella lo que quiera.

É hizo ademán de levantarse. Pero Robin extendió la mano como reclamando silencio, y empezó á tocar con mucha lentitud. Era una hermosa pieza musical admirablemente desempeñada, y parece, además, que era una pieza peculiar de los Stuarts de Apín y de las favoritas de Alán. Apenas resonaron las primeras notas, se operó un cambio en su fisonomía; á medida que se acortaba el tiempo, parecía no poder permanecer tranquilo en su asiento; y mucho antes de que terminara la pieza, las últimas señales de su cólera habían desaparecido y solo la música le embargaba el ánimo.

—Robín Oig es Vd. un gran gaitero,—dijo Alán cuando todo hubo concluído.—Yo no soy digno de tocar en el mismo reino que Vd. ¡Cuerpo de tal! Tiene Vdmás música en su gorro que yo en la cabeza. Y aunque me parece que con la música de los aceros podría hacer algo